domingo, 17 de abril de 2011

Lárgate de aquí

No te voy ni a dirigir la palabra porque es perder el tiempo.

Pretendes ser tan influyente sobre lo que determinas, que puedes llegar a ser peligrosamente absorbente: la gravedad destructiva.

Nací sin conocer otros universos más allá del que cobijabas bajo tu sombra; aprendí a entender, a ser, a respirar, a odiar a la gente a tu imagen y semejanza.

Se que ni es culpa tuya; tu pensamiento no abarca al mío, una extensión en principio en espejo a ti, mas con capacidad de  auto modificación por otras experiencias egoístamente (superviviente mente) mejores.

Aquí, en mi mundo ya puesto en marcha, mejorable siempre, pero más sostenible que el que tú construiste para mí.

En el momento en el que aprendí a pensar, me diste la patada y me cerraste la puerta en la cara; lloré hasta desecarme, desnuda, pequeña, herida y siempre influenciable, mas respirando y siendo yo sin ser tú.

Literalmente empujada al abismo; y tu lucha, mi lucha, me enseñó a entender que se puede vivir sin miedo, que puedes encontrar fortaleza en soledad y que la independencia siempre es el mejor de los caminos.

Ahora, meses, años después de tu patada no comprendes porque ya no lloro, porque no te pido clemencia ni sigo al pie de tu mansión suplicante por volver a entrar.

El vacío en tu universo no se volverá a llenar, en el recuerdo del orgullo ahora solo vive la pena.

De corazón, gracias.

Y ahora lárgate de aquí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario