miércoles, 6 de abril de 2011

Como tragarse un chicle.

La puerta está torcida.
El póster está torcido.
La lámpara rota y la ventana mal construida.
Mas tenía que quitarse las gafas de la costumbre para concienciarse.

Pequeños detalles que iban empañando su vida aparentemente fabricada a partir del calibre más perfecto; y cuando se descuidaba se veía contemplando las instrucciones de Ikea en un idioma que ni siquiera era el suyo.

Intentando hacer todo al milímetro para lograr encajar piezas rotas, desde 1978, pensando cada letra de cada palabra de cada enunciado de cada oración. Y así todo.

Y así nada.

Cuando no quedaba nada intentaba hacerlo todo, y viceversa.

Por otra parte no paraban de surgir coincidencias, el mundo le quería decir algo a gritos: Semejanzas en cuadros, en fechas de cumpleaños, en verborrea, en los lugares más dispares; como si de Frank Drake se tratase intentando descifrar señales de vida alienígena del espacio exterior, pero en modo saturación y sin querer ver, sin anhelar creer.

Cuando no le quedaba ni un ápice decidía apostarlo todo y siempre ganaba.
Y tras recuperar la fe, y atravesarse mutuamente las pupilas se hizo el silencio y los dos mintieron como si allí no hubiese pasado nada.


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