Estos días por varios canales ha llegado a mi mente, el augurio del fin
del mundo.
El viernes he estado terriblemente deprimida, dándole vueltas a la idea
de la carencia de sentido que tendría todo esto si el fin del mundo- al menos
tal y como lo conocemos-, nos pillase por sorpresa a todos.
De alguna manera me sentía mal, pero no sabía por qué. Por mi carácter constante
no dejé de hacer nada de lo que hacía, llevando a cabo mis tareas diarias
normales, incluso en los momentos en los que pensé en el tema convencida de que
algo malo iba a suceder, realmente.
De la misma manera no sabría qué hacer; finalmente llegué a la conclusión
de que si el fin del mundo se presentaba no iba a hacer absolutamente nada
diferente.
Cero tareas especiales, cero reuniones especiales, cero preparativos.
Moriría de la misma manera en la que vivo diariamente. Y más que sentirme
deprimida por morir, sería por sobrevivir, en tal caso, a un mundo totalmente
diferente al que conozco desde mi nacimiento. Creo que la vida a secas ante un
panorama caótico no sería una motivación, y supongo que como en mi caso, no lo
sería para la mayor parte de los habitantes del primer mundo.
Pocos lo soportarían.
Tras este sentimiento que duró un día, asumí que no tenía sentido
preocuparme, pasase o no pasase nada.
Pero unos posos de toda esta idea catastrofista empezaron a engendrar
en mis sesos otras ideas.
El mundo en el que vivimos, el mundo que conocemos; ¿tiene fecha de
caducidad?
En la historia siempre ha habido grandes cambios de diferentes causas;
guerras, catástrofes naturales, eventos políticos determinantes, pandemias,
colonizaciones, etc. Que se han dado en periodos de tiempo relativamente
cortos.
La velocidad a la que se mueve
ahora el mundo y la inestabilidad del momento sumado a un capitalismo
devastador podrían ser el gran catalizador para que un cambio inminente nos
afectara a todos sin tiempo para meditar.
Y todo esto sin tener en cuenta, claro está, cualquier meteorito que
alterase el campo gravitatorio de nuestro planeta que nos devolviese a todos a la época
de las cavernas donde una lata de sopa fuese motivo de acuchillamiento al vecino del quinto.
¿Tal vez nos estemos durmiendo, sin darnos cuenta?
¿Era de la facilidad es en realidad la era de la infelicidad y la
carencia de sentido?
Quizás podamos en el lapso que quede desde ya hasta el fin del mundo
priorizar y saber romper con esta esencia desnaturalizada y contaminada; y reflexionar acerca de qué podríamos hacer, en qué podríamos aprovechar de manera óptima los minutos
de vida que la madre que nos parió con esfuerzo, nos regaló.
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