jueves, 29 de septiembre de 2011

Finales Dormidos.




Estos días por varios canales ha llegado a mi mente, el augurio del fin del mundo.
El viernes he estado terriblemente deprimida, dándole vueltas a la idea de la carencia de sentido que tendría todo esto si el fin del mundo- al menos tal y como lo conocemos-, nos pillase por sorpresa a todos.

De alguna manera me sentía mal, pero no sabía por qué. Por mi carácter constante no dejé de hacer nada de lo que hacía, llevando a cabo mis tareas diarias normales, incluso en los momentos en los que pensé en el tema convencida de que algo malo iba a suceder, realmente.

De la misma manera no sabría qué hacer; finalmente llegué a la conclusión de que si el fin del mundo se presentaba no iba a hacer absolutamente nada diferente.

Cero tareas especiales, cero reuniones especiales, cero preparativos.
Moriría de la misma manera en la que vivo diariamente. Y más que sentirme deprimida por morir, sería por sobrevivir, en tal caso, a un mundo totalmente diferente al que conozco desde mi nacimiento. Creo que la vida a secas ante un panorama caótico no sería una motivación, y supongo que como en mi caso, no lo sería para la mayor parte de los habitantes del primer mundo.
Pocos lo soportarían.

Tras este sentimiento que duró un día, asumí que no tenía sentido preocuparme, pasase o no pasase nada.

Pero unos posos de toda esta idea catastrofista empezaron a engendrar en mis sesos otras ideas.

El mundo en el que vivimos, el mundo que conocemos; ¿tiene fecha de caducidad?
En la historia siempre ha habido grandes cambios de diferentes causas; guerras, catástrofes naturales, eventos políticos determinantes, pandemias, colonizaciones, etc. Que se han dado en periodos de tiempo relativamente cortos.
 La velocidad a la que se mueve ahora el mundo y la inestabilidad del momento sumado a un capitalismo devastador podrían ser el gran catalizador para que un cambio inminente nos afectara a todos sin tiempo para meditar.
Y todo esto sin tener en cuenta, claro está, cualquier meteorito que alterase el campo gravitatorio de nuestro planeta que nos devolviese a todos a la época de las cavernas donde una lata de sopa fuese motivo de acuchillamiento al vecino del quinto.

¿Tal vez nos estemos durmiendo, sin darnos cuenta?
¿Era de la facilidad es en realidad la era de la infelicidad y la carencia de sentido?

Quizás podamos en el lapso que quede desde ya hasta el fin del mundo priorizar y saber romper con esta esencia desnaturalizada y contaminada; y reflexionar acerca de qué podríamos hacer, en qué podríamos aprovechar de manera óptima los minutos de vida que la madre que nos parió con esfuerzo, nos regaló.











viernes, 2 de septiembre de 2011

Pautas para pilotos y buzos.

(Imagine a su alrededor el vacío negro, gélido, sordo)






(Imagine estar rodeado de esa infinitud)



(Parálisis total, músculos tensos, sed de aire en sus pulmones, controla el respirar, lento, a medio gas. Bajo ningún concepto quiere que lo descubran. Alguien ahí fuera le observa desde la nada)




(Arriba, Los segundos sonarán en las sienes uno tras otro, disolviéndose, sin rumbo, la burbuja que va creciendo en su interior se subsanará a cambio con una nueva arruga, o una gota fría)



(Sus ojos se abren, nunca antes fueron tanto ni con tanto ímpetu; cejas levantadas, lo intenta, no parpadea, duele; pero todo lo que cabe en su campo visual es absolutamente vacío, convexo, nada)


No recuerda el minuto previo a esto; o más bien no quiere hacerlo porque en este nuevo espacio por resolver toda experiencia anterior no valdrá nada.

Cree que tiene piernas, porque no siente dolor por amputación. Ocurre lo mismo con el resto de sus extremidades: ¿Usarlas o no? Tal vez bajo su ¿cuerpo? Sea lo que sea que le sujeta y le mantiene ¿vivo? Solo se da en ese pequeño ¿metro cuadrado? Donde habita su… ¿conciencia?

¿Caminar sin luz? ¿Caminar y en consecuencia caer en un agujero negro (sí, más todavía) para desvanecerse eternamente? ¿Esperar y afincarse a su metro cuadrado de seguridad para siempre, y vivir, rodeado de oscuridad?

Dirige lo que queda de usted hacia arriba, coge impulso, se decide a saltar…ya no hay marcha atrás…

 Vuela      ¡Tiene alas!

Se encuentra exhausto, como si un ejército de hormigas eléctricas recorriera su cuerpo de punta a punta, la esperanza le trae coordenadas nuevas.

Incandescencia al final del pasillo improvisado.


Nunca antes había estado en una nube renegrida de tormenta como esa.

Jamás la olvidará.

Es usted un ángel, es usted humano.

Todo lo demás era miedo.